lunes, 21 de mayo de 2012

     Era una mañana cualquiera de primavera, yo salía de trabajar como todas las mañanas, con el tiempo justo para aprovechar el buen viento que hay hasta el mediodía en esa época del año. Hice rugir el motor de mi vieja ranchera para llegar a la playa cuanto antes, puesto que auguraba un buen baño después de dos semanas de sufrir por tener el océano como un plato de sopa de fideos.
     En la playa me encontré con dos buenos conocidos con los que entré al agua a surcar las olas decentes que parecía haber. Pasó lo que suele pasar en estos casos, por antonomasia en el comportamiento del ser humano funciona la ley del "culo veo culo quiero", entonces, la zona rocosa de la playa donde estábamos se lleno rápidamente de más y más personas.
     Me preparaba para coger mi tercera ola del día, con tantas ganas de fluir por sus lomos como siempre, y al llegar al final de ésta, el amarre de la tabla con mi cuerpo se rompió haciendo que la tabla se fuera hasta la orilla, cuando ésta estaba a unos cien metros de donde estaba yo. Tuve que remar entre olas llegando al final a mi destino, recuperé mi tabla, tiré el viejo amarre-al que en la jerga surferil nosotros llamamos "invento"-, y un buen compañero me prestó otro para seguir disfrutando de las olas.
     Entré al agua, remé hasta la rompiente y nada mas llegar entoné a mis colegas un viejo dicho "llegar y besar el santo", pues sí bien llegué y besé el santo, terminé de surcar mi primera ola después del fatídico accidente y al querer dar por finalizado el trayecto, el amarré que llevaba, que ya no era el mío, volvió a partir obligándome a perder la tabla y tener que volver nadando hasta la orilla.
     Llegado a la orilla y con las energías rozando el mínimo, un buen colega me prestó otro amarre ya que iba a marcharse, así que entré de nuevo hasta la rompiente y ese día creí vencer al mar, pero valiente ignorante que soy, su fuerza se llevó por delante dos amarres y muchas energías, pero sopesando bien lo ocurrido, "sarna rica con gusto no pica".


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